[vc_row][vc_column][vc_column_text]
Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:
Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado.
Su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar.
Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar.
Su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse.
Su tiempo el callar, y su tiempo el hablar.
Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz.
[divide icon=”circle” width=”short”]
[dropcap]N[/dropcap]uestro Padre del cielo nos regala hoy un tiempo para renacer, para plantar, para edificar, para reír, danzar y abrazarnos celebrando su Amor, que ha transformado nuestras vidas.
Creo expresar los sentimientos de toda la comunidad educativa al agradecer a Dios por estos años de Amor.
Un agradecimiento que brota de la convicción de que hemos recibido gratuitamente, sin merecerlo, esto don de Dios.
El Señor ha sido muy generoso con nosotros, por eso nace de nuestro corazón el agradecimiento y el deseo de responder a ese amor con la misma generosidad.
Así lo hicieron muchos de los que pasaron por esta casa, construyendo sus cien años.
El Padre Torres, que respondió al amor de Dios fundando una congregación para ponerla al servicio de los que están en peligro de perder lo más importante: la fe y la conciencia de que somos hijos amados de Dios, entregando cada minuto de su vida, hasta su avanzada ancianidad en este acto de amorosa retribución.
Las Hermanas fundadoras, que dejaron su tierra natal, y tras largo y penoso viaje llegaron a este bendito suelo Paceño, con la ilusión de regalarle a su Señor las almas de niños y jóvenes que no tenían posibilidades de conocerlo hasta que ellas llegaron. Querían de esta manera agradecer el paso de Dios por sus vidas, su vocación religiosa.
Y las Hnas. que siguieron construyendo estos 100 años:
Hna Rafaela, tan recordada por su rectitud y cariño
Madre Marta Olga, con su humor y bondad.
Hna Clotilde, con su humildad y sabiduría
Hna Soledad, sorprendiéndonos siempre
Madre Anita, con su piedad y amor a los más pequeños
Madre Elizabeth, con su alegría y cercanía con todos
y tantas otras hermanas que pasaron en estos 100 años, algunas silenciosamente, otras más activas, pero todas edificando esta obra de amor y agradecimiento.
Pero nuestra comunidad no son sólo las Hnas. Por eso recordamos con cariño a las Damas que alojaron a las hnas. al llegar, a los que ayudaron a construir esta casa, a las primeras maestras y profesores, a los padres de familia, a los alumnos y exalumnos del colegio e instituciones que agradecieron el amor de Dios hacia ellos trabajando en Su obra.
Hoy iniciamos este año de GRAN JUBILEO, porque Dios ha hecho Grandes Maravillas en el silencio del día a día.
Reiremos, danzaremos, nos abrazaremos y celebraremos el amor de Dios a lo largo de todo el año, porque no es suficiente un día.
Hemos descubierto el valor de estos 100 años construidos diariamente sobre el amor del Señor, y a imitación de Nuestra Madre de la Merced, queremos darle a cambio, no solo nuestro trabajo, nuestro tiempo nuestro esfuerzo, sino nuestro propio ser, como Ella.
Bajo su amparo ponemos este año de Júbilo, para que en su transcurso valoremos cada vez más el don de Dios a nuestra comunidad, nos sintamos cada uno y todos, parte de ese don. Porque el Colegio somos nosotros, sin dejar a ninguno fuera, desde el más pequeño, de cuatro años, hasta la última exalumna; desde las damas que recibieron al Padre Torres y a las Hnas. ese 12 de marzo de 1904, hasta los últimos integrados a la Unión de Padres; desde Ma. Codda, primera maestra de labores, hasta el último docente, el más reciente..
Estos, nosotros, somos el Instituto Nuestra Señora de la Merced, con sus luces y sombras, alegrías y tristezas, con sus avances y retrocesos.
¿ NO ES ACASO UNA MARAVILLA LO QUE DIOS Y MARÍA HAN HECHO CON NOSOTROS?
Que en este año Jubilar, y siempre, les permitamos hacer muchas grandes cosas con nosotros.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]